Se firma la paz y se acaba el servicio militar obligatorio

Así lo han afirmado quienes apoyan al presidente candidato Santos y aunque no sería obligatorio definitivamente si es importante la renovación de la fuerza pública.

Los congresistas de la unidad nacional han considerado que la iniciativa de Santos demuestra los avances del país y la sociedad para llegar a la finalización del conflicto armado interno.

El representante Germán Varón Cotrino dijo que “hay muchas circunstancias que atentan contra la integridad y la vida de los soldados, como los campos minados, los asedios a la infraestructura del país, los ataques a los municipios, las emboscadas, eso genera zozobra en las familias de los soldados que están expuestos a esas condiciones”.

A su turno, el representante Guillermo Rivera dijo que “es una buena noticia para los padres de familia, para los jóvenes, para tanto objetor de conciencia que existe en Colombia, eso nos pone a pensar en una sociedad mucho más moderna, más de avanzada, más democrática, más civilista”.

Santos en entrevista con Blu Radio anunció que “apenas firme la paz con la guerrilla de las Farc se eliminará el servicio militar obligatorio”.

El anuncio del mandatario se da luego de defender el comercial de televisión sobre el fin del conflicto, en el que aparece él preguntando a varios padres de familia si estarían dispuestos a seguir prestando sus hijos para la guerra.

La pieza publicitaria suscitó varias reacciones contrarias por parte de la oposición y algunos militares retirados. “No creo que haya una declaración inapropiada. Sólo quería decirle al país que esta guerra la libran los hijos de campesinos y de los más pobres”.

“La extrema derecha y los que quieren continuar la guerra nunca han puesto los muertos, nunca han hecho ningún tipo de sacrificio. Todos los días tenemos una madre que está llorando a su hijo, una madre pobre que está enterrando a sus hijos. Las madres que hoy están llorando a los policías muertos en Saravena son personas humildes”, agregó el jefe de Estado.

Fuente: El Espectador