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Polémica rifa de un rifle en una iglesia

Aunque en la mayoría de iglesias su doctrina es la del amor y la paz, en ésta regalan rifles a través de una rifa, ¿cuál será su fin?

Una iglesia baptista de la localidad de Troy, en Nueva York, sorteó entre sus fieles un rifle de asalto pese a las críticas que había recibido la iniciativa desde que fue anunciada hace semanas.

El ganador de la rifa, según el diario local Times Union, fue Ron Stafford, un hombre de 42 años que permaneció en el templo durante las tres horas que duró el servicio.

Antes, el pastor John Koletas había sacado otros tres nombres del cesto utilizado para el sorteo, pero todos habían abandonado ya la iglesia.

“Nunca se vayan de la iglesia antes de que acabe el servicio”, bromeó Koletas, según el Times Union.

Una vez que supere la verificación de antecedentes pertinente, Stafford se llevará a casa un fusil semiautomático AR-15, valorado entre 700 y 1.200 dólares.

El arma está modificada para cumplir con la legislación de Nueva York, dado que los AR-15 habituales son ilegales en este estado.

Un arma de ese tipo fue la utilizada en 2012 en la matanza de la escuela Sandy Hook de Newtown, Connecticut (EE.UU.), en la que perdieron la vida veinte niños de entre 6 y 7 años de edad y seis adultos.

En el sorteo participaron unas 75 personas, de las alrededor de 150 que acudieron al servicio, según el diario local.

Koletas, impulsor de la iniciativa, ha defendido con vehemencia su idea frente a las críticas de políticos y otras congregaciones y tiene previsto sortear otro fusil mañana.

“El único objetivo es ser una ayuda, una bendición y un apoyo a todos los propietarios de armas y cazadores que han sido atacados con saña por los medios y políticos socialistas y anticristianos”, indica el pastor en un mensaje publicado en la web de la iglesia.

Koletas acusa en él a los detractores de su idea de ser un “fraude” y les llama a leer la Biblia y la historia de la revolución estadounidense para ver cómo hombres armados fueron quienes defendieron la libertad.

Fuente: El Espectador

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